lundi, novembre 14, 2005

Viajes XI



Tomó el bus de vuelta. Llegó a la estación. Preguntó si el billete lo podía usar más tarde.
— Tiene una validez de quince días.

Tomo otro bus, fue hasta el centro de la cuidad. Siguió caminando. No se acordaba pero sabía que tenía que venir. Llegó, cuando quiso pagar se le dijo que la entrada era gratis, entró, siguió el cartel…

Los colores que se abrieron al golpear en la retina y quedar flotando volvieron a su sitio, cuando la luz disminuyó; el movimiento inverso envolvió la composición: aparecieron la sala y la distancia, se dio vuelta para mirara el primer cuadro a su derecha, retrocedió, volvió a ocurrir lo mismo, el carmesí ocupo el aire y luego se retiró, aparecieron los elementos contiguos, en un primer plano la mano cercada por el contraste, luego la derecha teniendo la pluma, libros, carillas.. se acerco aún más

capas, una sobre otra, veladuras, la necesidad de un secado, el acto descompuesto, visto hacia atrás, gestos separados por un tiempo más largo que el que une dos pinceladas, la noche de por medio, al final una pura dilución apenas vista en si y revelada desde el fondo ya seco, primero los claros, ya un anaranjado, velados verdes, azules dejando a su paso una zona indecisa, y bordes luminosos, y ese café y ese naranja oxidados; cuan lenta tiene que ser la aplicación para saltarse el dibujo y realizar la forma porque si se mira no se descubre ningún trazo, es el simple choque de tonos que se repelen, o se invierten divulgando el encarnado; luz directa, focal, cálida; es imposible re-presentar la luz, se le puede sólo dar
paso
pasar con ella

Le pareció que era bastante. No pudo seguir, salió para sentarse en un banco de la antesala, por donde había entrado. No había nadie, el mesón de enfrente que se suponía servía para atender al publico estaba desierto. Se quedó vuelto hacía el hall de entrada.

¿Por qué escribirlo? (no era una pregunta) Cuantos años… siete, acaso nueve, era la primera vez después de mucho tiempo que no miraba un cuadro tan de cerca; recordaba momentos parecidos… ¿algo venía de repetirse? ¿era la primera vez? Era como entrar en la actividad de un tercero. En ese largo camino había perdido a alguien.

Paisaje del sur de Francia, desde las alturas del arrière-pays, cerca de Grâce. Los atardeceres mirando la frondosa extensión de las colinas envueltas de pinos y a lo lejos Antibes ou Jean-le-Pain. Entre las dificultades reales y los errores cometidos no sabía que era lo primero.

¿Por qué tenía que escribirlo?

Estoy lejos del momento cuando podré dejar entra uno de esos seres queridos como un personaje con quien se puede conversar, para decirle que “el día de un paseo” fue verdad pero que mi voz apenas alcanzaba para guardar silencio y también esto otro: fue por una luz que la pintura me quitó el sueño, en todo caso que cuando pueda estrechar con soltura tanto cabo suelto y completar la frase que no alcancé a terminar y que quedó en el umbral de la puerta cuando me levante porque la escuché que hablaba dormida y me volví a sentar y me dije no sé que cosa, suplicando que así fuera, se completará la perdida. Aunque seguiré sin comprender. No se puede decir que de uno de eso cuadros que llegué a realizar estará la respuesta, pero este vendrá, de la misma manera que yo me acerqué a mira el cuadro, a mi encuentro.

En ese orden, por extraño que parezca, primero el vendrá a mi encuentro. Lo mismo que pintando la pintura vendrá a mi encuentro.

samedi, novembre 12, 2005

Viajes IX (suite 6)

a cada atisbo de consciencia le precede un cortejo, sea un sinnúmero de eventos dispares, incapaces por si mismos de decirnos algo. Alguien alguna vez pensó el cuerpo como una cárcel; se podría intuir lo contrario etc. Lo cierto es que esto va como un reloj de arena al cual cada cierto tiempo hay que darle la vuelta. Cualquiera sea la perspectiva que se adopte: inmortalidad del alma, vanidad de polvo a polvo, o ese “ha de morir contigo…” de Don Antonio, hay algo que parece insalvable y es esa pérdida entrañable cuyo centro es el cuerpo, un cuerpo, ese cuerpo, lo que revela la vida como lapso que se abre y se cierra

lapso que hacen que tres meses sean igual a un segundo, como si el presente, inconmensurable, disolviera toda medida en un punto sin coordenadas, un puro estar presente ¿Qué había pensado mi padre en sus últimos instantes? Toda una vida puesta en un segundo.

Medios tonos que la vida dispensa y dispersa en grados que acompañan la luz del día
cables tensados de muro a muro por donde se deslizan lonas anchas de un metro veinte más o menos y que cubren el ancho de la calle. Reduzco la obturación para asegurarme del contraste, desde esta perspectiva poco habitual habrá primero que situar el plano del suelo, este suelo donde nos encontramos y que yo, sacando la foto, intentaré luego recordar como “una tarde en Sevilla”: esa mujer de enfrente que cada vez me atrae más y que no estará en la foto, pero sin cuya presencia no me hubiese visto en la necesidad de tomarla, porque tampoco hubiese asistido a la formación de esto que es ya una pequeño mundo condensando varios aspectos de la vida en una mirada. Mirada que no necesito siempre ejercer pues es ya un punto levantándose del suelo, dejando a su paso una estela que me secunda
se menciona algo que yo entiendo ser mi soledad pero que se revela como el camino que me ha llevado a una involuntaria reclusión, cosa en lo que se ha trasformado mi estancia
esta mujer va acompañada de un rostro que excede el suyo y que yo debo guardar en alguna parte y que ahora mientras la observo tiende a mostrarse, pero decir rostro es ya presumir de un aspecto, de algo tangible, como lo son sus facciones
no sé si es ella a quién deseo o si ella me recuerda qué deseo
oscilan dos zonas opuestas, poniendo de manifiesto para una parte de mi persona: desempleo (un incendio que se produce de no encontrar llamas) y para la otra el trabajo de una caldera. No sé que hacer, es decir cómo interpretarlo… esto se asemejaba mucho a lo que me había ocurrido mientras visitaba el Louvre… por lo mismo tengo la impresión de no ser contemporáneo de lo que sucede o que no se dan todas las circunstancias para que sea ella… porque entonces tendría que estar ya fuera de mi, tendría que haberme ya levando de la mesa, dirigidos mis pasos hacia la suya y sin titubear haber inventado algo… pero es que entonces no era yo, imitaría la toma de una película, es decir que era artificial, convenido, pero al mismo tiempo me agrada lo que estaba ocurriendo, digamos que lo necesitaba.


Ese momento tenía que llegar. Se levantaron. Al ponerse de pie hizo el gesto de alguien que ha estado mucho tiempo sentada, estiró los hombros hacia atrás y entonces ninguna palabra, ninguna frase pudo responderme, lamenté algo que no podía decir, era como si ella me dejará su impronta sin mi consentimiento, fue como una aparición, pero de más baja frecuencia de la que captan nuestros sentido, sólo me quedó la sospecha de que algo quedaría flotando en el aire,



Por la noche no podía dormir. Volví a encender la luz, abrí el cuaderno:

Despertar. Por un rostro inconcluso
mientras ondeaba el toldo
como parte de cielo
como parte de sombra
Y se acompaña a la que parte.
Gesto para el cual fui dividido
descubrió para mañana
lo que enfrente
pudo hacer levantarme.

Viajes:
Secreto memorable de un río.

lundi, novembre 07, 2005

foto del día/photo du jour

Domingo, paseo, el mismo lugar visto desde la memoria.
Dimanche, promenade, le même lieu vu depuis la mémoire.

dimanche, novembre 06, 2005

Viajes IX (suite 5)


Asistía a una serie de momentos sueltos. Volvía a mirar el toldo. La Ciotat, ciudad del sur de Francia, al lado de Marsella, de donde es oriunda mi abuela materna. Cenábamos ahí en la profunda tranquilidad del viejo puerto. Fue una visita sorpresa que ella no se esperaba. Hasta el último momento dudo que pudiese ser cierto. La Ciotat. Ahora digo: “una tarde en Sevilla” mientras vuelvo a mirar hacia el toldo, pero para bajar lentamente la vista y mirar a la mujer que está enfrente: su pelo ligeramente pelirrojo, ojos oscuros, extrañamente oscuros y me digo si no son negros, su rostro de un bronceado reciente, intensivo al parecer, que nos la sitúa en una playa de la costa andaluza el día anterior porque a lo mejor solo había llegado esta mañana a la ciudad para quedarse el fin de semana y seguir hacia… ¿hacía dónde? ¿Jerez? ¿Cádiz tal vez? Es un momento en que me entra la duda. Pero ¿En qué estoy pensando? No me lo creo. Capullo. Ya pasará. Es la situación que realza los detalles. Durante largo tiempo, mientras hablaba con su amiga se había mantenido con la espalda adosada a la silla, pero desde hace un momento su posición se hacía más relajada que abría hacía adelante, inclinándose más de lo necesario si de lo que se trata es ingerir una cucharada. El escote no dejaba margen de error. Pechos fuertes, lechosos. Portentosa. Adivino una piel blanca en invierno que me hace ver el cuadro llamado “El sueño” de Courbet, si incluyo en esto a su amiga. La Ciotat. Los hermanos Lumières. Un tren entrando en la estación de la Ciotat. Hacia mi derecha el toldo deja ver el cielo. Necesito esa foto. Mi madre que había terminado por pedir algo y comía con ganas ella que: hijo, yo casi nunca como de noche.

La luz declinante, acentuaba los contrastes, dibujaba con nitidez los pliegues del toldo. Ocres saturados. Retazos de azul. Candela. En la calle a mi izquierda al llegar a la esquina los rayos caen perpendicularmente. Es una escena donde la acción es depuesta. Paleta regular de monocromas. Atuendos. Lo que hace que pueda retener mi visión más allá del tiempo de percepción. Remanencia. Sigue vibrando. El proceso se invierte de la misma manera que dejando de oír nos ponemos a hablar. Estoy pintando. Es más fácil oír que hablar. Así paso mis días. Involuntario ejercicio. No tanto un cuadro. El deseo que precede el oficio.

Hay algo ya impreso.

Nuestra percepción es supongo continua. Pero en nuestra mente se graban y adhieren sólo datos parciales (fragmentos) según un principio de otra índole, como si a la luz se le agregara el pulso

se desprende nuestra gratitud al mismo tiempo que una forma pregunta por nosotros y ejerce el mismo interés que una palabra en la punta de la lengua, como si alguien apareciese en un corredor con una ofrenda y oyéramos los ruedas del carruaje, bastará con algunos pliegues de túnicas blancas para que la imagen de nuestro cuerpo se modele…

¿llamaría a esto una metamorfosis?

samedi, novembre 05, 2005

Viajes IX (suite 4)

Rembrandt - Rembrandt's Mother as Biblical Prophetess Hannah

Algo se puso a existir, para él, sin orden ni jerarquía en el aire de la tarde: la distancia dejaba de tener el mismo aspecto y se juntaba con otros momentos sueltos de su vida.

— Mira esta foto… me gusta.
— No está mal.
— Por eso te dije que te pusieras bajo el arco ¿ves esa luz?

Todo lo que nos decimos lo que hablamos con mi madre va construyendo sin que ella se de cuanta una forma cuya base es el toldo. Lo que miro se grava, quizás porque sé que dentro de algunos días la sensación que ahora vivo perderá su encanto. Sin embargo si logro ahora rescatar algunos detalles podré mantener durante más tiempo en mi memoria este instante, escribir algo, estudiar un día cualquiera.

— Vamos… dice mi madre

Le respondo con la afirmativa sin hacer ningún gesto en ese sentido, lo cierto es que ella tampoco lo dice con prisa, es más bien una sugerencia que puede esperar y es en el fondo lo que deseo: dilatar ese momento mientras se me ocurre algo…

— Mamá, porque no comemos algo ya, porque si volvemos ahora al Hostal para salir de nuevo se nos puede hacer tarde y mañana tenemos que levantarnos temprano.
— Es que no tengo hambre.
— Acompáñame.
— Veamos que hay.

Esto mientras me decía que quizás ella, la de enfrente, también tuvo la misma ocurrencia para alargar el rato, quedarse ahí, en una espera sin motivo, como un gesto instintivo de reconocimiento al que no se le puede dar un nombre, adjuntar una explicación ni tampoco colarle un fin.

Mi madre observaba la gente con avidez. Desfilaban ante nosotros una gran cantidad de paseante: turistas y locales, adultos mayores en su gran mayoría. No se privaba de ningún comentario, construía a partir de su observación, como si los datos obtenidos fueran indicios de algo por completar, relatos breves para explicar una dolencia si la señora acusaba un paso lento y algo fastidioso, un caso de adulterio si en la pareja la diferencia de edad era muy importante, aunque creo que dijo: estos deben ser amantes, mostrando de alguna manera su aprobación, lo que me extraño en su caso, a lo cual yo respondí:
— Pero mamá los amantes no se muestran en la vía.
— ¿Divorciado tu crees?
— Creo.
— Ay pero que niñita tan joven, si podría ser su hija.
— Carne fresca.
— Tu crees que nos van a trae luego la comida.

De ves en cuando volvía a levantar la vista, repetía en mi interior: una tarde en Sevilla. No me atrevía a decir una despedida en Sevilla, dejaría eso par el aeropuerto.

— Te diste cuanta del viejo de al lado, tenía algo ¿no?

Cada uno tenía una actividad con que ocuparse, nos separábamos, volvíamos a conversar. Sus comentarios eran casi continuos pero yo no siempre escuchaba. Tenía otras ciudades en mente: Málaga, la Ciotat.

Su madre. Rostro compuesto de semblanza y alteridad. A veces su persona le llegaba desde un punto que él no le conocía. A veces, su lectura cotidiana de la Biblia, lejos de toda tutela y magisterio, gracias a la fortuna de la luz que se dejaba caer en su dormitorio le hacía pensar en la obra de Rembrandt.

Málaga, la Ciotat, Sevilla. Para no nombrar Cádiz. Como cuatro retratos.

mardi, novembre 01, 2005

Viajes IX (suite )3

"EL INSTANTE INCOMPLETO"
Los libros estaban expuestos con el natural de todos los circuitos comerciales, las mejores vendan expresaban tendencias a las cuales era dificil darle una causa literaria, abundaban las imitaciones de obras con intrigas a fondo histórico, encuadernadas a la manera anglosajona. Pero también se describían los tópicos de la literatura europea, las mismas traduciones que se podían encontrar en una librería parisina. Un circulo más discreto de publicaiones se podía descubrir si se seguía con parsimonia las estanterías. Una librería se conoce no solamente por los libros que expone pero tambien si se hace el recuento de aquellos que no están.
Se dió cuenta que no encontraría nada nuevo. Acortó su visita.
***
Lo que ahora narro conlleva todos los inconvenientes de la experiencia real y su interpretación.
Mi hipótesis, pero claro es un juego, es que los seres humanos vivimos lo que llamaría “instantes incompletos” y al parecen somos los únicos en la especie. Puedo equivocarme. La naturaleza de lo que pretendo exponer me obliga a tener que incluir provisoriamente lo que no está asignándole un lugar, es decir contar con su ausencia, como si esta manera negativa pudiera jugar a veces el rol de causa.

Fue un poco antes de sentarse junto a su madre que se dio cuenta. Miro de reojo, sin querer verificar más. La visión quedó suspendida en la periferia; le bastó con el eco para sentarse, y tratar su efecto como el nacimiento de un secreto. Su madre no se enteraría.

Pensó tantas cosas que es difícil enumerarlas. Describiré algunas en su momento. Por “instante incompleto” más vale no entender precipitadamente el saldo de algo inacabado, puede que ocurra exactamente lo contrario y que se trate de una plenitud, si a esta se le adjunta, según el caso o los límites de nuestra complexión o el caso de un “error”, una falla, algo que no anda y que tiene que cambiar, etc.

Sentirse destinado para algo no implica que se nazca con los medios que permiten su concreción. Entre el momento en que se toma consciencia y el que lo hace efectivo hay una abismo. Quiero decir: los medios no existen. Sencillamente no existen porque no hay medios para aquello. Nada aquí se expresa como la herramienta que falta: telescopio sin el cual no se descubrirían algunos planetas, ni los cambios en la cultura si se inventa la rueda, o la posibilidad del claro-oscuro con la invención de la pintura al óleo, a los avances que introduce la imprenta. Si por medios se entiende lo que se asocia a la técnica en vista de un fin, aquí nada de eso ocurre.

Lo sabía. ¿Cómo puede un hombre hacer una elección y pasar tantos años sin poder ejercerla?

— Ya te tomaste el té…
— ¿Qué quieres tomar?
— Un café.
— ¿Encontraste lo que buscabas?
— No buscaba nada en especial. Esta agradable la tarde…
— Si.

Ella hablaba con una amiga. Algo le decía que su rostro encendido evitaba rigurosamente mirar enfrente, pero dudaba que fuera por él. Al lado suyo escucho una voz de varón que hablaba en inglés. Supuso que ella también lo hablaba. No quiso mirar el hombre. La voz de una persona joven. Miro hacía arriba, pero cubría un toldo, la luz del atardecer describía los pliegues. Tomó una foto. No se atrevía a más.

Mientras hablaba con su madre, podía casi oír una voz, la suya propia en un plano inferior, describir una que otra frase suelta, que apoyándose en lo que miraba no necesitaba salir del silencio para significar. Una voz así que de silencio en silencio se abría paso entre los intervalos que dejaba la plática con su madre, se sostenía en la mirada cuyo centro de atención se encontraba justo enfrente. Se figuraba un inmueble de dos pisos, en el primero se hallaba una camera oscura y en el segundo el epicentro de su voz. Las frases que dirigidas a su madre guardaban el hilo de la conversación parecían dotadas de tercera dimensión: rebotaban en el toldo, invadían la calle peatonal llenas por los dos costados de mesas y comensales.

Su madre le dice que le desea suerte, que todo va a salir bien, y el se pregunta qué es “suerte” tener suerte, él no emplea, aunque lo sepa, la misma palabra… y evita decirlo, en todo caso en ese plano, prefiere la camera oscura. Buena, mala suerte, en francés un golpe de suerte se dice “un coup de hasard” azar, Ulises en un cruce tiene que elegir entre dos caminos sin poder anticipar con un criterio su elección, se somete a la fortuna, buena o mala fortuna, cuantas veces no se oye en la vida cotidiana decir, fue puro azar… volvió a mirar hacia arriba y se pregunto por qué ese toldo era una tarde en Sevilla,

Ella llamó al mozo, por sus gestos dedujo que deseaban comer algo. La voz que estaba a su lado se levantó. Un tipo alto, un poco gordo y cuyo rostro no parecía venir al caso. No era él. Estaba con alguien, se fueron caminando por la derecha hasta perderse en la esquina. Siguió con su mirada hasta volver al toldo. Las sombras eran más nítidas, el sol alcanzaba las últimas ventanas del edificio. Sacó otra foto.

— Mamá ¿quieres que te muestre las fotos que he sacado hoy?

El silencio es la estela que dejan las palabras cuando la significación las requiere en otra parte, es decir que continúan diciendo algo sin poder rescatar su contenido de la misma manera que entendemos una conversación, es una mera sensación plástica, como ella que se acerca a su vaso para dar un sorbo y creyendo que no es observada apunta con sus pupilas y desvía. No quiere que se sepa. No quiere que se sepa lo que mira cuando no mira. ¿Yo? Se dijo incrédulo.

lundi, octobre 31, 2005

Viajes X (suite2)
























Llegaron cerca de mediodía. Desde le estación reservó un hostal. Tomaron un taxi. Dejaron las maletas y salieron. Tenían hambre. Dirección el Guadalquivir.

— ¿Gua… qué hijo?
— Gua-dal-qui-vir.
— Ah, ya Guanalquinil
— Si, eso, mamá…
Era mucho pedirle. Hace algunos años ya había intentado en vano con Fuengirola. ¿Juen… qué hijo?

— Ya verás hay varios restaurantes.

El Hostal estaba en pleno casco antiguo, muy cerca de la catedral. Se habían ido caminando muy lentamente. Una foto la sorprenderá junto a un escaparate lleno de colores. Otra, bajo una arcada entre luz y sombra — mamá… ponte ahí porfa, esa luz está genial. Un gesto tímido de saludo, su sonrisa. Una tercera ya en el río, sobre e puente, sentada, pero qué joven te ves niña. Al fondo a su derecha el río, a su izquierda Triana. El se le adelantaba sin darse cuenta, entonces retrocedía, la tomaba por la espalda, le hablaba.

Entraron en el primer restaurante que se encontraba al doblar por la izquierda. Se instalaron en la terraza. La fotografía quedo muy oscura. Demasiado contraste. Sólo los cristales relucían, y el agua como un lente reproducía invertida una parte del entorno y enseñaba el color del vestido que llevaba su madre, un asalmonado que no se veía de frente.

Cuando terminaron de comer, eran las cinco de la tarde. Su madre estaba un poco preocupada porque el cierre de la funda que cubría sus trajes, estaba dañado y quería comprarse otra. Se fueron caminado hasta el centro en busca de una tienda, más bien un bazar que era donde había comprado la funda. El que él conocía estaba cerrado, entonces convenció a su madre que él podría repararla comprando una cinta adhesiva… Lo hicieron. El paseo se prolongó con más soltura. El quería entrar en una libraría, su madre comenzaba a cansar,

— ¿Por qué no buscamos un café donde esperarme?
— Si por que no doy más.

Siguieron por la misma calle hasta dar con una terraza.

— Mamá, aquí está genial. Pídete un tesito, mientras vuelvo.

Libraría. Librearías. Algún día tendría que escribir algo: Librerias. Robos de adolecencia, lecturas, encuentros. Oficio. Cuantas horas.

Había una rue de l´Odeon, que ya no existe, vendía libros de segunda mano, en ese entonces París guardaba los signos políticos de l´après-guerre y de mayo 68. El llegó con 17 años — que joven fui sin darme cuenta, pudo haber dicho. Abría hasta medianoche. El propietario, un hombre alto, desgarbado, pálido, ojeroso, mal afeitado, vestido a la diabla con un pañuelo rojo al cuello, hacía pensar en el típico anarquista parisino, gauchiste y bohemio, se podía datar su indumentaria y decir 1871. La comuna de Paris.

Entro en la libraría sin nada preciso, quería pasearse, estar un momento solo, aunque no dejaba de pensar que a lo mejor una sorpresa lo estaría esperando.

mercredi, octobre 19, 2005

samedi, octobre 08, 2005

Viajes X (suite)

Su madre (I)

Su madre había venido a visitarle. La última vez que se vieron fue para el entierro, él había hecho el viaje. Su edad, más de setenta y cinco años, lo mantenía en una línea cuya fragilidad provenía de la muerte de su padre. El duelo deja de hacernos ver las cosas y los seres como puestas en el tiempo, esa manera que tenemos de diluir el presente en un hipotético mañana. Un tedio que él no soportaba.
Es sabido que todo tiene su fin, ese fin nos indica lo largo de la vida: la muerte. Una parte de nuestros esfuerzos consisten en mantener esto al estado latente, un deseo se agrega que quisiera que siempre fuese así. Es contra nuestra voluntad que despertamos y la vemos de frente.

No podemos sostener aquel momento sin que las fuerzas acumuladas nos llamen, o que nosotros acudamos a ellas para encarar con un velo ese presente que no lleva como viático el tiempo. Velo que tan pronto como se entra en escena se rompe.

Cuando tomamos conciencia es ya camino de regreso. Preceden una serie de momentos dispersos que sólo valen lo que dura la angustia y que luego asociados los unos a los otros (progresivamente vinculados) punto por punto dan aquí una alerta, allá un sueño catastrófico; esto mientras se lleva una vida normal pero ya no tan pulcra, corroborando a cielo abierto aquellos puntos, trazo a trazo, ayer una escultura en las afueras del museo, hoy una flor a contraluz o el timbre de una voz en la calle. Dos campos vedados que se hacen contrapunto.

Por poco que se detuviese en el cruce le mostraba que no se hallaba frente a una sustancia, eran las coordenadas de una zona viva cuyas propiedades son infinitas, que cuando se les quiere pensar dan lugar a jucios contradictorios, y que al vivirlas, forman una constelación.

Miraba a su madre con admiración. A veces por la noche se acercaba a su dormitorio y la veía dormir. (Cuando se mira a alguien con atención, nos damos cuenta que los rasgos fluctúan — rescatan la expresión de un pasado remoto: rejuvenecen, o declinan lo que anuncia la vejez, por mencionar sus extremos. Abundan los matices.) Ver un rostro. Se quedaba en el umbral apoyado contra el marco de la puerta. A veces le esperaba un semblante de una ternura infinita que apoyado sobre sus dos manos unidas como en el rezo expresaba sosiego, al mismo tiempo que una vejez que no le conocía lo alertaba si esta tranquilidad anunciaba lo que sería un rostro que ya no despierta. Otras veces se sorprendía viéndola dormir en una posición que no la encontraba con las manos juntas pero con los brazos vueltos hacía atrás, los codos ligeramente elevados, el rostro hacía un lado y las piernas sueltas. El deducía, con alguna vanidad, que bueno tanto no se había equivocado.

Así, podía explicarle a alguien que para que su madre comiera con agrado era necesario, antes, sacarla de su mundo, ofrecerle otro a cambio, aunque fuese provisorio, crearle un ámbito donde no le recayera ninguna responsabilidad, ni le fuera útil llegar con el atado de hábitos que poblaban su soledad, su madre, pudo haber dicho en aparte, estaba sola, ese era el profundo estado en que vivía, lo que ella expresaba en la frase …para no depender de nadie. Resultaba de esa soledad, una serie de atajos, aunque es posible que estos vinieran de más lejos. La comida era uno de los momentos en que su sentido moral, discriminaba el placer, como si a ella sola fuese una especie de tribu donde el tabú culinario ocupa el rol central pues es de ahí que se extraen las normas que rigen la vida social. Menester era entonces sacarla de su función, que real o imaginaria, tenía su fuente inconsciente. Esto no se reducía a liberarla de las tareas domesticas, era proponerle tan solo una transferencia de obligación y no un cambio de natura. Había que trocar de mundo, inventar un territorio donde la alegría tiene mucho que decirle a las palabras. Hacer del mediodía un festejo.

mardi, octobre 04, 2005

Viajes IX (suite 2)

Había bifurcado. Preparaba cuatro pequeños estudios de 20x20cm antes de atacarse al cuadro de Acteón. La lenta progresión de los velados. Tenía claro en que orden tenían que ir, pero siempre había un error de última hora, Acteón seguía siendo un puro problema. No sabía que rumbo seguir. Había dos maneras de resolver el torso. Dos luces distintas una de ellas le llevaba de vuelta al Louvre…

Decidí, porque eran tantas las visitas, de no detenerme más delante de un cuadro, en espera de que este por la gentileza de algo que llamara mi atención, me invitara a hacerlo. Lo claro y neto se expresaba en el desencuentro. Caminaba como si al mismo tiempo mis pasos se produjeran en otro sitio, los oía resonar en una palpitación sorda y monótona que me dañaba. Inventé para no desesperar un laberinto, o más bien lo fui a buscar ahí donde Teseo lo había dejado sin saber si me identificaba con él o era la muerte lo que me esperaba.

En uno de los cuadro de la serie que compone La Galería de los Médicis, se puede apreciar el cuerpo de un hombre joven, cuyos tonos claros se imponen ante el resto de la composición. Esa era mi impresión. La gama de transparencias me confundía. La aplicación era difusa, se invertía del calido al frío sin poder asignar ni el corte ni el paso, pero el efecto era patente. Un número incalculable de refracciones destinadas a indicar la anatomía sin pasar por el dibujo, hiendo directamente a la luz. Me pareció increíble. Espié el mismo efecto en otros desnudos. No era fortuito. Su firma.

Nos puede tocar vivir durante un período más o menos largo el desarrollo de nuestras aptitudes y al mismo tiempo sentirnos privados de su ejercicio como si estas se mostraran porque no están a nuestro alcance y no porque fueran nuestras. Un poco a la manera que tenemos de vernos crecer, anhelar ciertas cosas y saber que aun nos falta para llegar a la vida adulta, sólo que en este caso, nuestra espera pasa por logros tangibles. Desesperación es sin duda la palabra más idónea para expresar lo que se siente. Somos en nuestro fuero interno el síntoma de un exilio. Así muchas veces veía rebotar mis capacidades en un muro que ciertamente no existía y al cual sin quererlo yo mismo daba sostén. Digo esto porque en ese entonces la soledad era tal que mal podía inventarme una causa en la cual yo no estuviera ¿Pero era aquello soledad?

Volvió a sus estudios, aplicó los fondos, dejó secar, leyó esto: “Mon inaptitude à arranger ma vie provient de ce que je suis fidèle non à un seul être mais à tous les être avec lesquels je me découvre en parenté sérieuse." Abrío su cuaderno y tradujo: Mi ineptitud para arreglar mi vida proviene de que no soy fiel con uno solo pero con todos los seres con los que me descubro un serio parentesco. Aplicó una segunda capa, vigilando la contigüidad de cada uno, se detuvo cuando la luz surgió. Esperaría un poco antes de resolver los detalles. Su pecho ardía.

samedi, octobre 01, 2005

Viajes IX (suite)



Nadie en alguien

Un detalle es un color que no se repite dos veces. Sin remanentes no habría detalles… etc. Conocida son las maneras que tiene la filosofía de las causas. Poco se sabe de la manera que tiene un pintor de vivir sus efectos.

¿Efecto? ¿Saber? Es algo por lo cual nadie daría un céntimo. Es como si desde siempre, la filosofía gobernará lo poco que sabemos, porque cuando decimos Arte, repetimos el gesto que inauguró esta disciplina. La teología se orientará siguiéndole los pasos pero para imponer su cláusula.

El pintor es un niño que no habla: infans. Así me siento, así he recorrido muchas páginas de muchos libros. Si tuviera que decir algo, contaría la historia de un predador. Sin embargo.

No es que la filosofía se equivoque: no se le puede refutar. Se puede sostener que es uno de los tantos nombres que el Arte puede recibir. Su intención repite, sin que esta se de cuenta (la filosofía), el gesto que debería explicar, pues a su manera la filosofía crea un ámbito (que sin ella no existiría) que nosotros asociamos a las obras singulares. Nombra algo que de otra manera vagaría en nosotros sin toma de conciencia, pero también es cierto que las obras tienen otro destino que aquel que distribuye el saber, que no espera a que el día despeje para acampar; así como nuestra vida tiene más aristas de las que puede resumir un enciclopedia, un obra abarca con prelación nuestro regocijo, modela nuestros afectos, nombra nuestra pasiones y da cabida a más una de nuestras inclinaciones. Una obra es un nadie en algo que se dirige a otro. Un encuentro. No pide permiso.

A la filosofía sólo se le puede comprender, lo mejor es desde adentro y si tiempo queda y placer se apunta, se puede dialogar con ella. Aprender sus hábitos. Ejercerlos hasta agotarlos, sólo entonces se podrá oír lo que esta no incluye. Pero.

Si no mantuviese, al mismo tiempo que estas lecturas, el deseo de pintar como tierra firma, moviendo pincel y preparando telas, pero ya antes orientado por cuanto signo o señal se me ponga por delante y de igual modo cuerpo, desde el pulso hasta el semen, requerido por la belleza venal y lujuriosa, obscena como se sabe, poco sabría a la hora de dibujar el mapa, que también es una carta, lo que queda rezagado cuando es la filosofía quien habla.

mercredi, septembre 28, 2005

Viajes VIII (suite)

Un jour de trop II

Algunas cosas una vez dichas no pueden ser repetidas porque entonces lo que parecía afirmar o nombrar algo decae y se pierde en el desmentido, menester es abandonarlas, dejarlas atrás, perderlas. O lo que es lo mismo, una vez dichas se les debe dejar seguir su curso, tomaran lo forma del día o de la noche, las representará un cambio en el rostro o en la mirada o no. Es posible que caigan en olvido, un hecho fortuito las despertará, o no.

Una vez dichas, perteneces a lo improbable que es la ocasión. Se le llama amor a ese momento.

En vano se puede intimar.

***

(Segunda carta)

Querida Pola,

(Char encore) « Le dessein de la poésie étant de nous rendre souverain en nous impersonnalisant… » (El propósito de la poesía, siendo, rendirnos soberanos impersonalizándonos) La carta de ayer no tuvo éxito; la cita de R. Char en vano alcanzó a presentirte. Ahora advierto. No temas mis cartas, son amorosas. No llames al médico, no se trata de ningún caso de “impersannalisation” grave, es solo mi manía que canta. Un delirio, el cuarto, según Platón. Nada más.

Es que ahora me doy cuenta, lo improbable que es este lenguaje entre nosotros. Mis misivas quedan sin efecto. ¿Dónde un puente? Me percato que evitamos rigurosamente toda palabra que pudiera delatar esa debilidad
“furtive de la terre des amants”
(furtiva de la tierra de los amantes)

Creo no faltar de empeño, lo que no tengo es acierto. Seguiré intentándolo. A lo mejor se me ha olvidado algo. No conozco la clave, mi Trobar carece de tacto, no te espío donde estás… No desespero, porque escribo donde te deseo. Quien sabe, con un poco más de chance te podré trobar, (trobar, chanter et trouver, au même temps).

Ya, no quiero tampoco agobiarte, caerás en mis redes, pero no podré atraparte. Seré lento como una ola en la Bahía.

Salaito.



Empezó a leer de nuevo con avidez el “libro de la imagen” que era como le llamaba. No podía sin embargo hacerlo sin detenerse: impulsos que lo sacaban de su esfera. Completaba con frases que le eran propias. Bifurcaba, cuando no, meditaba en sentido opuesto al que leía, como si buscara la fuente de lo escrito en su excedente. Le era imposible saber lo que estaba leyendo, la afinidad le parecía tal, que no era necesario saber más. Estaba en ese más. Exceso que le hacía avanzar en el libro hiendo hacía atrás.
¿De qué? Del momento que vivía. Creía poseer su genealogía.

La jornada de ese día se le presentó híbrida. Si en alguna parte él no tenía voz, el libro le prestaba una y le hacía dar un paso, pero no realizar su recorrido. El de esa misma voz que no estaba en el libro y que aún no era la suya propia.

El cansancio acumulado le hacía más difícil poder adaptarse a la vigilia. El ensueño daba elasticidad a todo o que podía estar pensando.

Deseaba una manera de pintar un poco más ruda, tónica por así decirlo, pero una cosa son los impulsos y otra el arte. Lo sabía. Antes de que pudiera idear una sola pincelada pasaría algún tiempo, y ese tiempo estaba en la carta, tercera según el orden.



Lo primero que sintió al entra en el salón fue el perfume de los nardos, entonces se dijo como para resumir lo que le estaba ocurriendo: estoy aquí. Fue hasta la cocina y se puso a calentar agua. Todos los gestos que hacía tenían algo de ritual, en el sentido que estos encerraban una meditación. Le quedaría prolongar aquella parsimonia en la imagen que tenía que atravesar. Pintar es atravesar una imagen. Pero ya era decirlo con el leguaje del autor que leía y no según sus propias palabras. Estaba convencido que había otro modo de decir lo mismo. Pero quizás justamente no era lo mismo. Preparó el té y volvió al salón.

¿Qué había ocurrido en París?

Recordaba algunas conversaciones, una tarde con sus amigos. No estaba. Luego los dos últimos días con ella. Qué catástrofe. Sólo quería irse.
Es un sentido interno, que no reconoce la realidad. Pero que capta lo esencial. Así un perfume. Reconoce lo que no se quiere vivir. Uno puede, hasta cierto punto, reformar las cosas pero en el ámbito suyo, de nada valía hacer uso de tal empeño si no entendía por cambio, la metamorfosis de si mismo, en cuyo caso emitir un juicio equivale a guardar silencio. No tenía nada que decir.

Ella representaba una excepción. Representaba. Ya no. No tenía nada que decir.

Aquella era la dificultad de la tercera carta. Oscilaba entre lo que le traía el olor del salón y los recuerdos.

Era el mediodía del sábado, estaban almorzando cuando le preguntó, ya no sabía bien qué, pero le preguntó, en realidad no hizo una pregunta, preguntó de la misma manera que se dice, fulano pregunto por un tal. (Preguntó por ella.) Ella se puso a hablar y hablar. Entonces ya no fue hora de decirle algo más. La dejó hablar. Ella daba explicaciones, argumentaba, no paraba. Para él, ella mentía, no porque mintiese, mentía porque explicaba. Su manera de hablar era una pura mentira. El hubiese podido acotar algo. Sintió profundamente que sería para empeorar las cosas. Sólo lamentó no poder tomar el avión esa misma tarde. Hay silencios que se producen sin que se desee. Representan durante un corto tiempo una agresión. Encierran lo que nunca más se podrá decir.


Tomó un sorbo, miró el cuadro y siguió leyendo.

vendredi, septembre 23, 2005

Viajes VII (suite)


Un jour de trop (I)

¿La obra destruye a su paso la estela?

Se levantó al alba. Se había quedado dormido con las luces encendidas. Tomó café. La primera línea le pareció llena de complicaciones. Como sus facultades aún no se separaban del todo del sueño, cualquier frase podía ser violenta. Pero ya estaba hecho. ¿La obra destruye a su paso la estela? La frase se formó sin su consentimiento. El la transformó en pregunta. Recordó que antes de quedarse dormido había leído…

“En poesía, sólo se habita el lugar que se deja.” Necesitaba dormir. Estaba cansado. “se crea sólo la obra de la cual uno se separa” Le pareció estar en una pesadilla.
“El lapso se obtiene aboliendo en tiempo”

Pensó en las dos cartas que le había enviado. Pensó en lo que era una carta. Pensó que tendría que escribir una tercera y quizás una cuarta. Pensó entonces en lo que sería a partir de ahí, nadie.

Lo cierto es que nunca escribí o di a entender que mi intención era volver a París. No me atreví a contradecirla. Así fue que mantuve con ella la conversación como si lo que decía estuviese en lo cierto. Seguramente a causa de mi asombro. No era lo que yo había escrito. Se precipitó en llamarme preguntándome si estaba bien. Ahora comprendo por qué. Pero yo nunca escribí tal cosa. El resultado fue: un jour de trop. Un día de más. Un día de más es un día que no existe en el lugar donde se produce y es una perdida ahí donde uno no está. Todo lo que dije en sea carta refería a el País. (País = París?)

Hay signos que no perdonan. El dibujo que le había regalado no encontró mejor suerte que el de tener un uso práctico en la cocina al tapar una ampolleta y servir de lámpara, pegado al muro sin más protocolo que el de dos cintas adhesivas una en cada extremo seguido de un comentario: que cuando se alumbra se ve muy bien. En acto comprendí que era ya, dándole este uso, destinar algo a su caducidad, pues no pasaría mucho tiempo sin que se estropeara.

Habré lo que cierra. Es una llave que la vida nos proporciona sin pensar en nosotros.

Tenía la carta. Porque era una verdadera carta. Una correspondencia. Fue algo que él decidió que fuera así. Podía haber llamado por teléfono. No lo hizo. Nada podía sustituirse a la carta. Creo una carpeta, era lo que estaba abriendo para volver a leer la primera. Quería cerciorarse por última vez.


Querida Pola,

“On ne peut pas commencer un poème sans une parcelle d´erreur sur soi et sur le monde, sans une paille d´innocence aux premiers mots » dit René Char, (No se puede comenzar un poema sin una parcela de error sobre si mismo y sobre el mundo sin un cesto de inocencia en las primeras palabras) dice Char, y debe ser cierto, hay cosas que sentimos y otras que pensamos, una parte del sueño debe encajar en todo esto, ayer por ejemplo mientras despedíamos a B, que partía, en el mismo restaurante donde estuvimos alguna vez, y tratando de alguna manera de hablar contigo, pensé y no pensé, en lo que haría más tarde, no en lo inmediato, pero hacía adelante, estaban ahí mis cuadros, como alguna luz que quiero, sin embargo tan pronto como me disponía a tomar la palabra, y traer con ella algo que se pueda decir, me di cuenta que estaba aquí, como antes estuve en Paris, inserto en una reclusión, porque poco encontraba que decir, aunque tengo que agregar que en mi este decir, va también lleno de cosas por escribir, y me pareció que no podía escribir otra cosa que no fuera, lo que comenzó a escribirse en mi último relato.

Al conocerte algo cambió de lo que yo sabía del País, esa tierra para la cual no tengo otro nombre que Destierro. Pero es sin duda tu persona que agrega algo que ahora imagino en otra parte, y que me hace sentir por ese País lo que antes no podía vivir. Cometo un error, una noche contigo no ocurre que contigo. Pero tú eres del País.

Así mientras hablábamos… yo me decía que lo único que podía seguir escribiendo tenía que escribirlo estando allá. Cobraban sentido muchas de mis lecturas. Pertinencia las referencias filosóficas. Pertinencia el psicoanálisis. Hay algo en la subjetividad que sin ser substancial se expresa en la historicidad. Seguramente la marca del Surmoi. Y ha eso llego. Un nudo. Les Noms du Père. Uno esta anclado. Lo quiera o no. ¿Podré ir más lejos sin quitar el ancla? Peut-on s´en passer? Ya me dirás tu que una cura… y que sé yo.

Me detengo aquí… (ya me dirás tu)

La noche está estrellada y titilan los astro a los lejos…
Ha pensado en su cachita… (yo harto)
No te olvides de ir al Blog

Besos salaos


Apagó la luz. El balcón abierto. Las cortinas cerradas. Se acostó y se quedó mirando al marco de la parte inferior de la puerta del balcón que estaba abierta. Le agradó que la penumbra llena de tonos grises dejara pasar en ciertos recodos una luz más cálida. Un poco más hacía el fondo a la derecha se encontraba el cuadro… lo miró. Había sentido su presencia. Le extraño que fuera él el autor. El silencio, quebrado por algunos pasos, parecía también venir de afuera. Necesitaba dormir un poco. Se había despertado por error.

Escribiría una tercera carta. A nadie. Dormir un poco. Descansar.
Que se produjera un corte.

jeudi, septembre 22, 2005

Viajes VI (suite)

Guardaba una hoja dibujada y con un escrito: puño y letra de Gratien. En la parte superior a la izquierda un dibujo con tinta sepia, esbozo de mujer acostada boca abajo en perspectiva; el raccourci mostraba uno fuertes muslos, y luego la cúpula de sus nalgas a las que Gratien daba el valor de una figura topológica que yo me resistía a comprender y que para él, risueño, representaban lo que justifica una espera si el premio es la felicidad. Más abajo, otro esbozo hecho con la misma tinta, un poco más diluida: trazos sueltos donde se adivinaban dos cuerpos enlazados. Todo lo demás llevaba su escritura. En la parte inferior, en columna, dos notas paralelas, la de la izquierda se encargaba de aludir a lo que el dibujo del centro mostraba in situ. La otra era, si bien recuerdo una referencia a Pompeya.

Joven que había conocido y cuya señal se produjo cuando hablando con ella en un momento algo la obligo a poner su mano en le vientre: malestar que la aquejaba y que él, Gratien, no se privó de entender en el sentido opuesto. No se equivocó, pero no acertó para las noches siguientes. Escribiría una página pero no las otras.

La guardaba por muchas razones, unas que me ligan a él y otras que me evocan mis propios esfuerzos por terminar algunos cuadros. Pero la verdad es que es un solo cuadro el que necesito.
La pintura era un tema que no abordábamos. Durante años él ignoró que yo llevara este oficio, aunque debo agregar que en aquella época lo había abandonado casi por completo. Mi relación con la pintura ha sido de lo más extraña, (¿accidentada?), y es seguramente lo que me viene a decir esta hoja suya. La comprendo y la necesito. Durante largo tiempo la tuve pegada a la pared. Gratien no pintaba, pero su talento, superior a muchos pintores que conocía translucía en esos esbozos como se pueden apreciar cierto dibujos de Víctor Hugo más allá de la anécdota.

Todo hubiese podido ir más rápido si no sintiera, por la misma fuente que me hace pintar, el deseo de escribir. O mejor dicho pasar del uno al otro en virtud del mismo agrado. Cosa que me pide un tiempo infinitamente mayor que el acostumbrado. Es un trabajo a la ciega.

Ars longa, vita brevis. Ayer fue mi horizonte. Hoy necesito ese cuadro.

Conjetura: a menudo pienso que el cuadro del que hablo no se da primero en la obra o ni tiene el mismo grado de existencia que aquel que nos da la pintura y que como un eco interno donde el azar es el conserje se produce a pesar nuestro por esas cosas raras de la vida en un lugar intermedio, tanto como transitorio, que actúa como un oráculo, no desnuda y despoja de nuestras prerrogativas, enseña del mismo modo que la ebriedad nos arrebata el pensamiento. Esto que digo se aparenta al uso que hacían los poetas barrocos del término fortuna. Cánsome en fabricar lenta fortuna/ con el error que a los umanos lleva, decía el sevillano Francisco de Rioja. Ya no sé que decir, me pregunto si lo que entiendo por cuadro no sería otra cosa, que a falta de nombre, asimilo a lo que más se parece. Nada me convence. Es posible que al acertar con un cuadro, su resultado me aleje de lo que busco. Esto termina por producir un efecto mudo en mi interior.

Un efecto mudo en mi interior. ¿Pero acaso no es esto lo que me hace ver?

La hoja estaba encima de su escritorio. La volvería a ver años más tarde, entonces le pregunté:

— ¿Y qué?
— Nada. No escribí nada más. ¿Ves el color?
— Amarillo.
— Me equivoqué.
— ¿Por qué?

Fue hasta el armario, sacó un cartón que puso en el suelo, luego extrajo dos carpetas. Era su manuscrito.

— Mira, dijo abriendo la que estaba encima.
— ¿Qué?
— El color.
— Amarillo.
— No sé cuantas páginas escribí. Lo cierto es que no lo puedo leer. Quero que tú lo leas.
— Pero…
— No. No ahora. Más tarde, dentro de algunos años. Ya te diré cuando. Quiero saber qué escribí.
— ¿Pero por qué yo?
— ¿Por qué no tú?

mardi, septembre 20, 2005

Viajes V (suite)




Los manuscritos de Gratien (suite)
La impresión que nos daba es que en esos momentos él no asistía a lo que decía porque había incongruencia entre lo dicho y su presencia. No se producía, si embargo, algo que podríamos llamar ausencia y si este fuera el caso habría que entenderla como secular. Tuve que esperar alguno años, y de cierta manera hacer yo mismo la experiencia, para entender que contrariamente a lo que creía, es aquello a lo que se le debería llamar presencia. Pero.

De todas las lecturas que ahora llevo como si se tratase de una suplica que hace la amistad a la inteligencia, hay una que me obliga a darme cuenta que si bien lo que entendía era correcto lo que expresaba necesitaba de una enmienda: no es que Gratien no estuviera, ni que su manera de no estar tradujera presencia, era pues, según el hilo de conversaciones que tuvimos, que estaba donde no era. ¿Es esto lo que se llama horror?

— Si esta discordancia no estuviera, la palabra no existiría, me dijo una vez.

***

En París fueron cinco días. El último estuvo demás. Lo lamentó.
Estaba de vuelta. El calor y el olor salino producían un efecto soporífero en su mente y tónico en sus miembros.

Acteón, Diana. Cuadros grandes. Estaba con su esperanza pulida por lecturas que le daban regocijo. Parte de su pasado se levantaba y se ponía a danzar. Escrutaba la luz como si formara parte. En las intersecciones podía distinguir los rasgos de lo que estaba haciendo y lamentaba estar sólo. Pero era así que se imaginaba proseguir bajo la figura de Acteón, de quien creía tener la mirada, y el triunfo de un púrpura. Se movía en la interpretación a que daba lugar el relato de Ovidio, bajo la tutela de un libro consagrado al tema, y de cuya elegancia oratoria y erudición obtenía el aliciente que necesitaba. La lectura era un estímulo que volvía a poner en movimiento su imaginación, había un ruedo del cual salían formas a escudriñar el día, el clima hacía el resto. Se traducía a último momento un deseo físico de emplear sus fuerzas, agotarse en el camino, es decir volver a pintar.

Tenía que ser ahora, el trabajo podía detenerse en cualquier instante.

Primarios. Amarillo. Azul. Magenta. Blanco. Negro. No es tiempo que haga de nuestro personaje un héroe, entonces olvidaría que es la luz que nos envuelve y que nunca disponemos del inicio salvo como aquello que simula el parpadeo o la gruta que nos ve mientras se duerme. El conocía de sobra esta anterioridad. Era un antes en el espacio y no en el tiempo. Un jadis, como podía decirlo él mismo. Antaño si bien recuerdo mi vida era un festín… Un rezago que tenía olor menta y jazmín. También a semen. Gusto a vulva.

Y cuando de nuevo se le presentaban esas ansias suyas que luego distinguía por retazos en la luz y que más tarde trataba de hacer reaparecer aplicando velado tras velado sin que en ningún momento hubiera color: substancia homogénea pero tan sólo un transito de tonos irregulares en sus límites, vibratorios en sus formas, lograba de nuevo ver algo, pero tenía que alejarse tan pronto como esto ocurría pues no era algo fijo a la tela, circulaba a través de ella y era captado de la misma manera que el ojo percibe la luz. Un flujo continuo de variaciones que acompaña el aleteo de la retina y que nuestra mente regula neutralizando el color en la forma tras la inversión de orden que imponen los nombres, quizás los números, seguramente una cifra.

Porque esa luz ya no era luz pero lo que queda de la noche. El sueño dicen es una suma de reliquias de lo que hemos visto más el ímpetus de lo que no existe. El mismo se consideraba atado a estos residuos. Más antiguos que él, prefería abrirles paso antes que ostigar su fuente imponiendo algo. Prefería ese acto que en vez de intimar actuaba como una sustracción. A veces esto podía llevarle a nada. Un testigo no hubiese podido detectar un acto. Es cierto, para muchos un hombre sentado en una silla no es un acto.

***
No son pocas las esculturas consagradas a Diana; no le fue difícil topar con ellas en el Louvre. No conocía ninguna que representara el momento en que desnuda era sorprendida por Acteón. La pintura por el contrario había hecho de ese instante su goce. El cuadro de Diana estaba casi terminado, el de Acteón no. Había aplicado la capa que le permitiría la dilución. Mientras esperaba preparaba el ocre.

Siempre había un momento en que, antes de comenzar, tenía que vencer sus reticencias. Una vez adentro se daba cuenta de su error. En realidad eran dos mundos distintos. Cuando pintaba se le abría un espacio mental que de otra manera no obtenía, como si por el camino de algunos gestos su memoria estuviera esperándole, y entonces se decía - porque no pinto más seguido, este es mi mundo, es aquí donde quiero estar, es aquí que pienso, que comprendo… Y en efecto una parte de él, como quien se guarece tras la tormenta se había refugiado, ahí. Era además un ejercicio que lindaba con el drenaje de descargas físicas y que le delineaba por fuera lo que antes fue goce.

Sin darse cuenta ni tener vocación expresa de pensar en algo, sin saber quién hablaba volvió a oír la voz de Gratien: no se puede hablar del tiempo por que el tiempo es el horizonte que nos habla, y no es que hablemos de algo, es tan sólo un despliegue, un abrir,
luego está el paisaje luego, hay alguien… Su voz es entrañable, repite siempre las mismas frases. Pasaba un año que no se veían, empezaban en un bar terminaban en otro, llegaba el momento en que se le volvía a oír decir lo mismo, como para dar perennidad a una posición que la realidad y el atavismo tendía a soslayar.

De todas las cosas que puedo nombrar hay una con la que no logro mi cometido porque soy su efecto, en vano se presenta su aspecto, es ya un relato que huye hacía un cuadro. Gratien adoraba Rembrandt.

Hay cosas que no comprendo y no porque mis esfuerzos fracasen, pero porque su presencia difusa (de Gratien) me arrebata la palabra… El único que podría comprender mi partida es él. Creo que ya van siendo muchos años sin hablar, entiendo que esto no puede seguir así. Un peso tan grande, puede acabar con cualquiera. Me pregunto como hacía él. No tengo respuesta.

No se puede decir ¿verdad? No hay frase para eso ¿no es cierto? No. Entonces busca una discordancia y hazla existir. Dale forma. Entonces se levantaba con una calma que parecía agregar un peso que su cuerpo no tenía e iba a por un libro. Poeta. Poesía. Francia. Vaucluse. Gratien con un acento meridional terroso y gutural que hacía pensar en las tierras calcarías du Lot o d´Avignon. Un emblema que velaba su voz al recitar. Cuando terminaba la lectura, como quien llama la atención para indicar un punto en el paisaje, avanzaba su cuerpo y con un tono confidencial decía: a menudo se llama oscuro al poeta o al poema que produce un intervalo entre dos frases en lugar de una subordinada, crea un desacuerdo, y luego de una pausa agregaba, un descort. Piensen en dos átomos cayendo en el vacío. Su rostro se iluminaba. Se alejaba de su entorno para oír algo. Un tiempo pasaba. Volvía con una mirada neutra, retraída ¿Había perdido el hilo?
(Ese corte. Menciono ese corte porque Gratien era ese corte.) Cuando se habían apagado todas las señales de elocuencia, como quien sale a la superficie y por fin respira, se le oía decir
— La significación es un choque. No esperen más.

lundi, septembre 19, 2005

Viajes IV (suite)

Los manuscritos de Gratien. (primera parte)

Nunca he sabido cómo recordar a Gratien. Las conversaciones que tuvimos se me han quedado tan grabadas que sigo hablando con él. Aún le oigo. Sólo habrá recuerdo el día en que esto se interrumpa. Habrá pretérito.

Lo importante: con él se podía hablar, sin que el diálogo se completara. Hay un círculo zen que dice lo mismo.

Aún tengo que esperar dos años. De todo lo que escribió es lo único que no he leido. El manuscrito “Amarillo”.

— ¿Que es lo que se salva? Nada. Pero pregúntate qué es lo que se lee. Búscalo en la cámara oscura. “Así es Gratien.” Cuántas veces no me dije lo mismo…

Existe quizás en el sur de Francia un paisaje que lo recuerde. Yo no. No lo que se llama recordar. Quizás en París algunas calles también guardan su memoria. Yo no, no puedo.

Una de las pocas ocasiones en que, en ese sentido, puedo cortar el tiempo en dos y imaginármelo en un tiempo pasado, es cuando llego a decirme cosas que sé expresamente no puedo compartir con nadie. Entonces logro los dos estados de la palabra. Hablo con él que no me doy cuenta. Me callo. Al mismo tiempo.

— las cosas se pueden vivir bajo la forma de su eternidad. ¿No es esta una manera acaso de negar la muerte? No, si vivir algo: sub especie aeternitatis significa realizarla ¿La vida como muerte? Eso ya lo dijo San Agustín: no hay peor muerte que la que no quiere morir. Cierto, el problema reside en que esto se dice desde el tiempo, o la temporalidad ¿pero qué es tiempo si el hombre es una animal concernido por la repetición? tarde o temprano se forma un escatología del tiempo para subsanar este pecadito ¿Entonces? Entonces el espacio…

Seguramente que cuando por fin lea su manuscrito esto cese, y porque las sensaciones encontradas desaparecen, lamente no tenerlo a mi lado. Habrá quizás duelo. Lo buscaré en las conversaciones que tendré con otra gente… Pero no es el momento de alterar este orden (el tiempo que me queda antes de poder leer su manuscrito). Además ¿quién me asegura que mañana sabré lo que hoy no comprendo?

Retraído como si apenas comprendiera lo que le digo… no me responde. Me pregunto si he hecho bien en plantearle el tema, temo haberle causado una molestia. Pero ahí está él con una lentitud que apenas da signos de inteligencia. Se toma un tiempo que me parece inhumano. Cuando por fin habla es como si regresara de alguna parte. ¿Dónde se puede estar para que en esos momentos destruyera la palabra en lugar de producir silencio? (Violencia que nunca he visto expresada en otra persona.) Retoma con dificultad. Dice una que otra palabra como quien pone enseres sobre una tabla de cocina antes de ponerse a la obra. No frases. Cabos sueltos. Dibuja nombres mientras su mirada retraída parece mirar algo que no está. Su voz es neutra, desganada; su dificultad es nuclear y se manifiesta en cada sílaba. El efecto, cuando hilvana algo, es el de haberle acompañado en un sufrimiento de donde surge lo que si bien no parece ser nuevo da la impresión de estar dicho por primera vez. No era el único en pensarlo, Sandra sentía lo mismo. Bruno alguna vez lo dijo. Nathan creo que descubrió algo oyéndole decir.

No conozco a nadie que, con su manera de hablar, haga sentir de manera tan fuerte lo que pertenece al comienzo. Al principio, algo tan improbable como eso. No precisamente lo que podría llamarse principio o comienzo. Era un aún. Insistía sobre algo que producía efecto de comienzo… porque (y así eran sus palabras) a veces nos toca vivir algo que si en nosotros es inaugural en la legua no, el lugar donde se dice produce se quiera o no, una repetición o reiteración como se le quiera llamar… Se podía leer por breves instantes que en algún momento de su vida al interior de su mirada sus ojos habían sido destruidos, su vista no tenía dueño. Más de alguna vez pensé que me equivocaba, que no eran sus ojos, que fue su cuerpo.

samedi, septembre 17, 2005

Viajes III (suite)


Jadis si je me souviens bien… antaño si bien recuerdo. Jadis: antaño.

Hay una pregunta que me gusta porque tiene el tono de lo que no está. Deja una estela. La he escrito un par de veces, no sé si ya es un poema. Un poema que ya escribí.

¿Dónde comienza el dibujo?

Esta pregunta lleva ese jadis. Un atrás. Antaño.

Cerca de la ventana que daba a la calle estaba desnuda. El dibujo aún lo tengo. Miró hacia la calle, desde la otra ventana, justo en frente de nosotros, Aude se dio cuenta que había una niña mirando. ¿Se ve? ¿No sé, seguramente?

Imaginemos que esta niña haya crecido. ¿No es ella la que veo dibujando? ¿Y ese Señor quién es?

¿Dónde comienza el dibujo? Es una pregunta que debería hacerme cada cierto tiempo. Debería escrutar por qué esta pregunta se repite. Cuando vemos un río nos preguntamos donde nace, a ese lugar le llamamos su lecho. Lo que cambia con un dibujo es que esta pregunta refiere a un momento que no esta en él. Es posible que no veamos nada y que ese nada nos evoque algo.

¿Cuando un dibujo comienza dónde estamos?

Hay un momento indeciso que sólo se vive en la mirada que se dan dos personas que ni siquiera incluye el hecho de ser visto, o mostrarse. El cuerpo se encuentra en un punto de reposo. El mismo es un jadis, un antaño.

Hay preguntas que sólo puedo compartir con ciertas personas. La espera trastorna nuestros sentidos.

Tendría que volver a encontrarme con una mirada para saber más. Curiosamente ese recuerdo que remite a un pasado tiene y siempre tuvo una ala en el presente: es un recuerdo cuya mayor parte esta compuesta de presente, es decir de cuerpo, de un cuerpo existiendo en acto. Hay una canción que dice:

Para poder recordar
Amor que quema
Hay que volver vivirlo.


Las canciones son remedio. El tono de lo que no está dicho.

En otros de los libros que compré se podía leer esto. Tercera cita:

“Ces images se manifestaient chaque tour, surtout le matin/ estas imágenes se manifestaban cada día, sobretodo en la mañana. Elle vivait par elle, et c´est en elles qu´elle puisait le plus profondément le sentiment de son existance/ Ella vivía para ellas, y era en ellas que ella extraía el más profundo sentimiento de su existencia."


Peter Handke in La perte de l´image

vendredi, septembre 16, 2005

Viajes II (suite)




La pregunta podría ser ¿qué es un cuadro?

No veo cómo podría indicar lo que me animaba (sobretodo si se tiene en cuenta que en ningún momento quise ver pinturas) sin preguntar, así, por el cuadro; porque si lo que veía estaba orientado por lo que no percibía, o de manera diferida, sólo a través del comportamiento de la luz en cada sala según que la ventana estuviera cerca, o que hubieran varías, eso para mi tenía un nombre, pintura.

Lo que hace un rato en le mármol era nadie, ahora en el cuadro era nada. Un efecto tan presente como suspendido. Errático.

De poco me servía volver a visitar las Galerías de la pintura Flamenca, anularía lo que estaba en gestación. Saturaría el deseo que me hacia recorrer a distancia todas las visitas que hice hace años.

Si un cuadro, es algo que se forja en nosotros como una sorpresa, no es que en nosotros encuentre morada. Por el contrario, según entiendo, se queda encerrado en nuestra complexión, atrapado en alguna parta y pugna por salir, es ahí, en ese momento que vemos algo, pero nuestra torpeza no impide darle paso. Pintamos por que se nos promete un cuadro, lo buscamos, pero entes está el error.

Aprender.

Pero lo que intento decir ahora es la vida misma que veía aparecer en esa joven dibujando. Pudo haber sido una frase o el titulo de un dibujo de Fragonard o Bouchet: “jeune fille dessinant”… Pero. Vi el cuerpo de Aude. Un ligero parecido me llevaba esta vez hacia un deseo físico, no expresamente dirigido hacia la joven, o hacía alguien.

¿Encontraría la escritura si el tiempo fuera el modo que tengo de vivir lo que siento?

Segunda cita:

Le sexe se dresse de nouveau dans la nuit comme le printemps se dresse de nouveau dans l´année/ el sexo se erige de nuevo en la noche como la primavera se erige de nuevo durante el año.
A l´occasion d´un rêve à figures nocturnes, pour les individus/En el caso de un sueño con figuras nocturnas, para los idividuos
A l´occasion d´un rêve à figures peintes dans une grotte perpetuellement obscure, pour les groupes/ En el caso de un sueño con figuras pintadas en una gruta continuamente oscura, para los grupos.
Pascal Quignard in Sur le jadis

mardi, septembre 13, 2005

Viajes





















Los viajes pueden.
Sí, pueden. Pueden sugerirnos muchas cosas.
Pueden dibujar múltiples formas en nuestra mente según la idea que nos hacemos, el aspecto que la representa, su natura, el momento (nuestra vida no siempre apetece de la misma manera); se puede tener la corazonada de que un encuentro podría cambiar nuestra vida, aunque sea más bien una “fantasía” (si me lo permiten) que se abre paso solapadamente, como si el día anterior hubiésemos leído los sonetos del Aretino con sus respectivas estampas — Fottiamci, anima mia, fottiamci presto/poi che tutti per fotter nati siamo
[1] y hoy nos imagináramos en la cabina de baño con una desconocida repasando uno de los dieciséis “modos” (i modi) mentados por Pietro e ilustrados por Marcantonio (guía y maestro), durante el vuelo. Pero atención, que nos “imaginemos” algo, por una extraña disfunción de nuestra psiquis, no quiere decir que veamos cosa, es una “representación” a la cual no accedemos, aunque ciertos signos, como esta súbita erección que incomoda nuestra marcha y que nos hace detenernos, nos lo ponga de manifiesto.

Consideremos también que un viaje se puede reducir a una frase encontrada en un libro que se abrió por azar, por cierto, de corte más parco, no tan “e spingi dentro il cazzo a poco a poco”
[2] (aunque como decía antes no se puede descartar…) Verán, el inconveniente de decir las cosas así, está en que se pierde “el cómo las cosas operen realmente”, porque al decir todo junto, queda la impresión que se trata de una sólo plano continuo, cuando en verdad el condominio tiene dos plantas y tres dimensiones. Y por más que se haga hincapié en que no es lo mismo que algo esté presente en nosotros y que algo se re-presente ante nosotros no deja de ser una manera puramente descriptiva de decirlo, sencillamente por que no realizamos la diferencia especifica del caso, cosa que mientras se vive nos muestra su abismo, no es lo mismo que algo tenga dos o tres dimensiones, pero dejemos de abrumar al lector.
¿Se pueden decir de otra manera? Me temo que no.

[1] Ref: Pietro Aretino, soneto 1: Follemos, vida mía, follemos ya pues todos nacimos para follar, y si tú el pene adoras, yo el coño amo, y el mundo una mierda sin esto sería.
[2] Me pregunto si debo traducir…

(Sigue)

lundi, septembre 12, 2005

un jour de trop

Un día de más

Ahora lo que no fue dicho
Tampoco tendrá silencio.

Donde vayas no aceptes la negación
Si es la luna.

Como no está en la poesía lo que dices
Es la poesía lo que vuelve en lo que se oye.
En el punto en que cesa lo que nombras
O hay alguien o no hay poesía.

Alejate.

lundi, septembre 05, 2005

work in progress

Si el recorrido hacia abajo prepara la canción
el día amanece con el alba en el pincel.

Si meditar fuera
retorno como seña
al punto
diría que si pero
el oro de la noche
apunta hacia su desaparición
y en el cuarto la extensión lleva un racimo atado a tu cintura
y el reposo
no pondrá la seña a salvo:
la quemamos juntos

Volveremos al arco. Acaso un cuadro



















Esta mirada donde nos damos cita
Requiere que un cuarto de piel sea luna...

jeudi, septembre 01, 2005

Tema II y III



II

Lo mismo que se sustrae
Tensa el arco
Y nos remite a su respiración

Nunca tan fresca el agua
Y aquel que llegó
Puso una mano en su torso para tomar el pulso.
Nada en el tiempo.
Apareció en el umbral con una ofrenda.
El cambio
dio su señal en el quiebre.
Una de sus formas.


Todo lo que se tocó tenía su piel en la luna.
Y perfume abajo.

III

Una canción
Lira de cuerdas tensas…
(Momento de abrir la carta)

Deferida.
No dicha,
la arista de su savia
la deja irisada.

Lumbre.
El retrato, sensación.

mercredi, août 31, 2005

Tema en retorno, y torso

Nunca tan alto como cuando...
vuelves a decir: ahora

Hay en el pincel una brecha por
donde pasa el verano.
Lo que no ves del pulso
Estará esperándote.

Sal
saliva en las sábanas
cualquier ocasión diferida en el presente.

mardi, août 30, 2005

y de postre...

Que un paso y otro
desate el intervalo
una luz habrá que nos diga dónde a mediodía.

A mediodía, en el perímetro, espera el torso
llevando la canción al lugar más túrgido.

Es lo que quería de postre.

lundi, août 29, 2005

Despertar


(Nota: Taller ayer por la noche. Estudios, pintar la luz. Niños jugando en la arena. Contraluces fuerte. Nada más que estudiar el aspecto.)




Despertar con lo que marca en la arena
lluvia de primer soplo
hundida luz

Hicimos del gesto tizne
repetimos la sombra contra el pulso
lo que ya era válido en los párpados
dejó en lo diurno su zanja

Contra el pulso
lo que sube es igual al color:
tizne que sin ser rupestre
consta querencia

hoy

dimanche, août 28, 2005

René Char


"Reconnaître deux sortes de possible : le possible diurne et le possible prohibé. Rendre, s'il se peut, le premier l'egal du second; les mettre sur la voie royale du fascinant impossible, degré le plus haut du compréhensible"

Reconocer dos tipos de posibles: lo posible diurno et lo posible prohibido. hacer, si se puede, del primero el igual del segundo; ponerlos sobre la via real del fascinante imposible. el grado más alto de lo comprensible.

Sobre R. Char

samedi, août 27, 2005

7:30am

(despertar de actéon)
... pintar, desde el suelo, ahí donde duermo.
Levantar.
***
Así como leía hoy por la mañana en el diario, algunos fragmentos, de René Char, incluidos en el artículo que anunciaba la publicación de sus poemas: Poesía esencial, en edición bilingüe, escribía:
lo que el sueño encierra también es constelación, aunque no lo sepa por mí, pero por la piel y la sangre.

No por mi: intervalo que más vale preservar que abolir.

Mientras tomaba el café había leído:

“Desbordar la economía de la creación, agrandar la sangre de los gestos, deber de toda luz.”

Lo que me llevó al último correo de Ella, en el que me decía cual sería el postre. Manera de coincidir con lo que es “agrandar los gestos de la sangre”, o darlo a entender según nuestras intenciones. Lo que había soñado podía recluirse también ahí.

Un poema puede ser leído muchas veces. No siempre coincide que sea un momento de nosotros mismos, ni que prolongue este anudándose a nuestros sentidos. Tampoco, que este “agrandar los gestos de la carne” que parece sosegarse cuando concluimos estar frente a una imagen poética, salga de su ámbito literario, y venga a nombrar provisoriamente, (lo que el podía leer un poco más abajo en el artículo) “lo inextinguible real increado”.

Volví a escribir:

Lo que despierta no estaba dormido. Tu piel por dentro, corona.

No hay frase para pintar. No hay pintura mientras se pinta.

Lo que en la impronta apura el paso, tiene asiento en tus labios.

Vibra la siesta. Te acercaré el arco.
Lo demás lo encontraría en uno de los primeros poemas Catulo.

vendredi, août 26, 2005

Lemoyne, Watteau, Rubens

Torso de Diana

Torso de Diana, estudio 17X26cm
(técniva mixta: acrílico "aux trois crayons")

Detalle
Dibujo. Lo imposible
Cada uno lleva la vida que quiere. Y el dibujo puede no hacer parte. Pero también puede ocurrir que sea materia viva. Lo sea para alguien. Estar presente en el trazo, como la veta en el árbol.
La voluntad se aplica a las cosas necesarias, el deseo a lo imposible, y es por eso que el trazo se define para poder ser dibujo como infinito.
Si alguna vez se dice algo a propósito del dibujo, esto supondrá un cambio de saber.

Por el trazo, el dibujo es lo imposible en acto.

Cada uno lleva la vida que quiere. Pero no es acoso esta autonomía la que Spinoza encontraba una falacia.

Es un punto el que vivimos. El dibujo es un punto.
Es el momento de cerrar los ojos, alejarse de todo aquello que se pueda llamar pensar. Dejar que vuelva lo que se encontraba justo abajo o arriba, algo vivo supone que yo me ausente porque no podré estar en dos lugares al mismo tiempo.

de la repetición

figues acrílico sobre tabla 15X15

jeudi, août 25, 2005

Dibujo "aux trois crayons"


estudio, hoy a las 20h00

Cada momento

(dessin de Watteau)
Cada momento tiene de insaciable
el reverso de tu aspecto
en mi cuerpo

Impresa piel contra piel
Sed que no cesa
El dibujo comienza ahí.


lundi, août 22, 2005

Ir basta/aller suffit


pendant la vendange

aller au silence


durante la vendimia

ir al silencio










"Le chemin du secret danse à la chaleur"
R. Char




dimanche, août 21, 2005

Fotos para indicar el domingo

… jamais une couleur
... nunca un color
un ton

un tono
ni une demi-teinte

ni un medio-tono
sans l'opacité du corps qui la répand

sin la opacidad de un cuerpo que lo difunda


je ne sais quel signe ne cesse de la précéder

no sé que signo no deja de precederlo
du nacré à l'ocre

del nacarado al ocre



Des photos pour indiquer dimanche

samedi, août 20, 2005

Para hoy


si je sombre dans ta couche
si caigo en tu lecho

notre atout est de ne pas orienter la nuit
nuestra chance es no orientar la noche


en cela nous sommes fidèles aux rendez-vous

en esto somos fideles a la cita

vendredi, août 19, 2005

CUMMUNE PRESENCE





Tu es pressé d'écrire,
Comme si tu étais en retard sur la vie.
S'il en est ainsi fais cortège à tes sources.
Hâte-toi.
Hâte-toi de transmettre
Ta part de merveilleux de rébellion de bienfaisance.
Effectivement tu es en retard sur la vie,
La vie inexprimable,
La seule en fin de compte à laquelle tu acceptes de t'unir,
Celle qui t'est refusée chaque jour par les êtres et par les choses,
Dont tu obtiens péniblement de-ci de-là quelques fragments décharnés
Au bout de combats sans merci.
Hors d'elle, tout n'est qu'agonie soumise, fin grossière.
Si tu rencontres la mort durant ton labeur,
Reçois-là comme la nuque en sueur trouve bon le mouchoir aride,
En t'inclinant.

Si tu veux rire,
Offre ta soumission,
Jamais tes armes.

Tu as été créé pour des moments peu communs.
Modifie-toi, disparais sans regret
Au gré de la rigueur suave.
Quartier suivant quartier la liquidation du monde se poursuit
Sans interruption,
Sans égarement.

Essaime la poussière
Nul ne décèlera votre union.

RENE CHAR