mardi, novembre 01, 2005

Viajes IX (suite )3

"EL INSTANTE INCOMPLETO"
Los libros estaban expuestos con el natural de todos los circuitos comerciales, las mejores vendan expresaban tendencias a las cuales era dificil darle una causa literaria, abundaban las imitaciones de obras con intrigas a fondo histórico, encuadernadas a la manera anglosajona. Pero también se describían los tópicos de la literatura europea, las mismas traduciones que se podían encontrar en una librería parisina. Un circulo más discreto de publicaiones se podía descubrir si se seguía con parsimonia las estanterías. Una librería se conoce no solamente por los libros que expone pero tambien si se hace el recuento de aquellos que no están.
Se dió cuenta que no encontraría nada nuevo. Acortó su visita.
***
Lo que ahora narro conlleva todos los inconvenientes de la experiencia real y su interpretación.
Mi hipótesis, pero claro es un juego, es que los seres humanos vivimos lo que llamaría “instantes incompletos” y al parecen somos los únicos en la especie. Puedo equivocarme. La naturaleza de lo que pretendo exponer me obliga a tener que incluir provisoriamente lo que no está asignándole un lugar, es decir contar con su ausencia, como si esta manera negativa pudiera jugar a veces el rol de causa.

Fue un poco antes de sentarse junto a su madre que se dio cuenta. Miro de reojo, sin querer verificar más. La visión quedó suspendida en la periferia; le bastó con el eco para sentarse, y tratar su efecto como el nacimiento de un secreto. Su madre no se enteraría.

Pensó tantas cosas que es difícil enumerarlas. Describiré algunas en su momento. Por “instante incompleto” más vale no entender precipitadamente el saldo de algo inacabado, puede que ocurra exactamente lo contrario y que se trate de una plenitud, si a esta se le adjunta, según el caso o los límites de nuestra complexión o el caso de un “error”, una falla, algo que no anda y que tiene que cambiar, etc.

Sentirse destinado para algo no implica que se nazca con los medios que permiten su concreción. Entre el momento en que se toma consciencia y el que lo hace efectivo hay una abismo. Quiero decir: los medios no existen. Sencillamente no existen porque no hay medios para aquello. Nada aquí se expresa como la herramienta que falta: telescopio sin el cual no se descubrirían algunos planetas, ni los cambios en la cultura si se inventa la rueda, o la posibilidad del claro-oscuro con la invención de la pintura al óleo, a los avances que introduce la imprenta. Si por medios se entiende lo que se asocia a la técnica en vista de un fin, aquí nada de eso ocurre.

Lo sabía. ¿Cómo puede un hombre hacer una elección y pasar tantos años sin poder ejercerla?

— Ya te tomaste el té…
— ¿Qué quieres tomar?
— Un café.
— ¿Encontraste lo que buscabas?
— No buscaba nada en especial. Esta agradable la tarde…
— Si.

Ella hablaba con una amiga. Algo le decía que su rostro encendido evitaba rigurosamente mirar enfrente, pero dudaba que fuera por él. Al lado suyo escucho una voz de varón que hablaba en inglés. Supuso que ella también lo hablaba. No quiso mirar el hombre. La voz de una persona joven. Miro hacía arriba, pero cubría un toldo, la luz del atardecer describía los pliegues. Tomó una foto. No se atrevía a más.

Mientras hablaba con su madre, podía casi oír una voz, la suya propia en un plano inferior, describir una que otra frase suelta, que apoyándose en lo que miraba no necesitaba salir del silencio para significar. Una voz así que de silencio en silencio se abría paso entre los intervalos que dejaba la plática con su madre, se sostenía en la mirada cuyo centro de atención se encontraba justo enfrente. Se figuraba un inmueble de dos pisos, en el primero se hallaba una camera oscura y en el segundo el epicentro de su voz. Las frases que dirigidas a su madre guardaban el hilo de la conversación parecían dotadas de tercera dimensión: rebotaban en el toldo, invadían la calle peatonal llenas por los dos costados de mesas y comensales.

Su madre le dice que le desea suerte, que todo va a salir bien, y el se pregunta qué es “suerte” tener suerte, él no emplea, aunque lo sepa, la misma palabra… y evita decirlo, en todo caso en ese plano, prefiere la camera oscura. Buena, mala suerte, en francés un golpe de suerte se dice “un coup de hasard” azar, Ulises en un cruce tiene que elegir entre dos caminos sin poder anticipar con un criterio su elección, se somete a la fortuna, buena o mala fortuna, cuantas veces no se oye en la vida cotidiana decir, fue puro azar… volvió a mirar hacia arriba y se pregunto por qué ese toldo era una tarde en Sevilla,

Ella llamó al mozo, por sus gestos dedujo que deseaban comer algo. La voz que estaba a su lado se levantó. Un tipo alto, un poco gordo y cuyo rostro no parecía venir al caso. No era él. Estaba con alguien, se fueron caminando por la derecha hasta perderse en la esquina. Siguió con su mirada hasta volver al toldo. Las sombras eran más nítidas, el sol alcanzaba las últimas ventanas del edificio. Sacó otra foto.

— Mamá ¿quieres que te muestre las fotos que he sacado hoy?

El silencio es la estela que dejan las palabras cuando la significación las requiere en otra parte, es decir que continúan diciendo algo sin poder rescatar su contenido de la misma manera que entendemos una conversación, es una mera sensación plástica, como ella que se acerca a su vaso para dar un sorbo y creyendo que no es observada apunta con sus pupilas y desvía. No quiere que se sepa. No quiere que se sepa lo que mira cuando no mira. ¿Yo? Se dijo incrédulo.

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