samedi, novembre 12, 2005

Viajes IX (suite 6)

a cada atisbo de consciencia le precede un cortejo, sea un sinnúmero de eventos dispares, incapaces por si mismos de decirnos algo. Alguien alguna vez pensó el cuerpo como una cárcel; se podría intuir lo contrario etc. Lo cierto es que esto va como un reloj de arena al cual cada cierto tiempo hay que darle la vuelta. Cualquiera sea la perspectiva que se adopte: inmortalidad del alma, vanidad de polvo a polvo, o ese “ha de morir contigo…” de Don Antonio, hay algo que parece insalvable y es esa pérdida entrañable cuyo centro es el cuerpo, un cuerpo, ese cuerpo, lo que revela la vida como lapso que se abre y se cierra

lapso que hacen que tres meses sean igual a un segundo, como si el presente, inconmensurable, disolviera toda medida en un punto sin coordenadas, un puro estar presente ¿Qué había pensado mi padre en sus últimos instantes? Toda una vida puesta en un segundo.

Medios tonos que la vida dispensa y dispersa en grados que acompañan la luz del día
cables tensados de muro a muro por donde se deslizan lonas anchas de un metro veinte más o menos y que cubren el ancho de la calle. Reduzco la obturación para asegurarme del contraste, desde esta perspectiva poco habitual habrá primero que situar el plano del suelo, este suelo donde nos encontramos y que yo, sacando la foto, intentaré luego recordar como “una tarde en Sevilla”: esa mujer de enfrente que cada vez me atrae más y que no estará en la foto, pero sin cuya presencia no me hubiese visto en la necesidad de tomarla, porque tampoco hubiese asistido a la formación de esto que es ya una pequeño mundo condensando varios aspectos de la vida en una mirada. Mirada que no necesito siempre ejercer pues es ya un punto levantándose del suelo, dejando a su paso una estela que me secunda
se menciona algo que yo entiendo ser mi soledad pero que se revela como el camino que me ha llevado a una involuntaria reclusión, cosa en lo que se ha trasformado mi estancia
esta mujer va acompañada de un rostro que excede el suyo y que yo debo guardar en alguna parte y que ahora mientras la observo tiende a mostrarse, pero decir rostro es ya presumir de un aspecto, de algo tangible, como lo son sus facciones
no sé si es ella a quién deseo o si ella me recuerda qué deseo
oscilan dos zonas opuestas, poniendo de manifiesto para una parte de mi persona: desempleo (un incendio que se produce de no encontrar llamas) y para la otra el trabajo de una caldera. No sé que hacer, es decir cómo interpretarlo… esto se asemejaba mucho a lo que me había ocurrido mientras visitaba el Louvre… por lo mismo tengo la impresión de no ser contemporáneo de lo que sucede o que no se dan todas las circunstancias para que sea ella… porque entonces tendría que estar ya fuera de mi, tendría que haberme ya levando de la mesa, dirigidos mis pasos hacia la suya y sin titubear haber inventado algo… pero es que entonces no era yo, imitaría la toma de una película, es decir que era artificial, convenido, pero al mismo tiempo me agrada lo que estaba ocurriendo, digamos que lo necesitaba.


Ese momento tenía que llegar. Se levantaron. Al ponerse de pie hizo el gesto de alguien que ha estado mucho tiempo sentada, estiró los hombros hacia atrás y entonces ninguna palabra, ninguna frase pudo responderme, lamenté algo que no podía decir, era como si ella me dejará su impronta sin mi consentimiento, fue como una aparición, pero de más baja frecuencia de la que captan nuestros sentido, sólo me quedó la sospecha de que algo quedaría flotando en el aire,



Por la noche no podía dormir. Volví a encender la luz, abrí el cuaderno:

Despertar. Por un rostro inconcluso
mientras ondeaba el toldo
como parte de cielo
como parte de sombra
Y se acompaña a la que parte.
Gesto para el cual fui dividido
descubrió para mañana
lo que enfrente
pudo hacer levantarme.

Viajes:
Secreto memorable de un río.

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