samedi, octobre 01, 2005

Viajes IX (suite)



Nadie en alguien

Un detalle es un color que no se repite dos veces. Sin remanentes no habría detalles… etc. Conocida son las maneras que tiene la filosofía de las causas. Poco se sabe de la manera que tiene un pintor de vivir sus efectos.

¿Efecto? ¿Saber? Es algo por lo cual nadie daría un céntimo. Es como si desde siempre, la filosofía gobernará lo poco que sabemos, porque cuando decimos Arte, repetimos el gesto que inauguró esta disciplina. La teología se orientará siguiéndole los pasos pero para imponer su cláusula.

El pintor es un niño que no habla: infans. Así me siento, así he recorrido muchas páginas de muchos libros. Si tuviera que decir algo, contaría la historia de un predador. Sin embargo.

No es que la filosofía se equivoque: no se le puede refutar. Se puede sostener que es uno de los tantos nombres que el Arte puede recibir. Su intención repite, sin que esta se de cuenta (la filosofía), el gesto que debería explicar, pues a su manera la filosofía crea un ámbito (que sin ella no existiría) que nosotros asociamos a las obras singulares. Nombra algo que de otra manera vagaría en nosotros sin toma de conciencia, pero también es cierto que las obras tienen otro destino que aquel que distribuye el saber, que no espera a que el día despeje para acampar; así como nuestra vida tiene más aristas de las que puede resumir un enciclopedia, un obra abarca con prelación nuestro regocijo, modela nuestros afectos, nombra nuestra pasiones y da cabida a más una de nuestras inclinaciones. Una obra es un nadie en algo que se dirige a otro. Un encuentro. No pide permiso.

A la filosofía sólo se le puede comprender, lo mejor es desde adentro y si tiempo queda y placer se apunta, se puede dialogar con ella. Aprender sus hábitos. Ejercerlos hasta agotarlos, sólo entonces se podrá oír lo que esta no incluye. Pero.

Si no mantuviese, al mismo tiempo que estas lecturas, el deseo de pintar como tierra firma, moviendo pincel y preparando telas, pero ya antes orientado por cuanto signo o señal se me ponga por delante y de igual modo cuerpo, desde el pulso hasta el semen, requerido por la belleza venal y lujuriosa, obscena como se sabe, poco sabría a la hora de dibujar el mapa, que también es una carta, lo que queda rezagado cuando es la filosofía quien habla.

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