lundi, novembre 14, 2005

Viajes XI



Tomó el bus de vuelta. Llegó a la estación. Preguntó si el billete lo podía usar más tarde.
— Tiene una validez de quince días.

Tomo otro bus, fue hasta el centro de la cuidad. Siguió caminando. No se acordaba pero sabía que tenía que venir. Llegó, cuando quiso pagar se le dijo que la entrada era gratis, entró, siguió el cartel…

Los colores que se abrieron al golpear en la retina y quedar flotando volvieron a su sitio, cuando la luz disminuyó; el movimiento inverso envolvió la composición: aparecieron la sala y la distancia, se dio vuelta para mirara el primer cuadro a su derecha, retrocedió, volvió a ocurrir lo mismo, el carmesí ocupo el aire y luego se retiró, aparecieron los elementos contiguos, en un primer plano la mano cercada por el contraste, luego la derecha teniendo la pluma, libros, carillas.. se acerco aún más

capas, una sobre otra, veladuras, la necesidad de un secado, el acto descompuesto, visto hacia atrás, gestos separados por un tiempo más largo que el que une dos pinceladas, la noche de por medio, al final una pura dilución apenas vista en si y revelada desde el fondo ya seco, primero los claros, ya un anaranjado, velados verdes, azules dejando a su paso una zona indecisa, y bordes luminosos, y ese café y ese naranja oxidados; cuan lenta tiene que ser la aplicación para saltarse el dibujo y realizar la forma porque si se mira no se descubre ningún trazo, es el simple choque de tonos que se repelen, o se invierten divulgando el encarnado; luz directa, focal, cálida; es imposible re-presentar la luz, se le puede sólo dar
paso
pasar con ella

Le pareció que era bastante. No pudo seguir, salió para sentarse en un banco de la antesala, por donde había entrado. No había nadie, el mesón de enfrente que se suponía servía para atender al publico estaba desierto. Se quedó vuelto hacía el hall de entrada.

¿Por qué escribirlo? (no era una pregunta) Cuantos años… siete, acaso nueve, era la primera vez después de mucho tiempo que no miraba un cuadro tan de cerca; recordaba momentos parecidos… ¿algo venía de repetirse? ¿era la primera vez? Era como entrar en la actividad de un tercero. En ese largo camino había perdido a alguien.

Paisaje del sur de Francia, desde las alturas del arrière-pays, cerca de Grâce. Los atardeceres mirando la frondosa extensión de las colinas envueltas de pinos y a lo lejos Antibes ou Jean-le-Pain. Entre las dificultades reales y los errores cometidos no sabía que era lo primero.

¿Por qué tenía que escribirlo?

Estoy lejos del momento cuando podré dejar entra uno de esos seres queridos como un personaje con quien se puede conversar, para decirle que “el día de un paseo” fue verdad pero que mi voz apenas alcanzaba para guardar silencio y también esto otro: fue por una luz que la pintura me quitó el sueño, en todo caso que cuando pueda estrechar con soltura tanto cabo suelto y completar la frase que no alcancé a terminar y que quedó en el umbral de la puerta cuando me levante porque la escuché que hablaba dormida y me volví a sentar y me dije no sé que cosa, suplicando que así fuera, se completará la perdida. Aunque seguiré sin comprender. No se puede decir que de uno de eso cuadros que llegué a realizar estará la respuesta, pero este vendrá, de la misma manera que yo me acerqué a mira el cuadro, a mi encuentro.

En ese orden, por extraño que parezca, primero el vendrá a mi encuentro. Lo mismo que pintando la pintura vendrá a mi encuentro.

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