lundi, octobre 31, 2005

Viajes X (suite2)
























Llegaron cerca de mediodía. Desde le estación reservó un hostal. Tomaron un taxi. Dejaron las maletas y salieron. Tenían hambre. Dirección el Guadalquivir.

— ¿Gua… qué hijo?
— Gua-dal-qui-vir.
— Ah, ya Guanalquinil
— Si, eso, mamá…
Era mucho pedirle. Hace algunos años ya había intentado en vano con Fuengirola. ¿Juen… qué hijo?

— Ya verás hay varios restaurantes.

El Hostal estaba en pleno casco antiguo, muy cerca de la catedral. Se habían ido caminando muy lentamente. Una foto la sorprenderá junto a un escaparate lleno de colores. Otra, bajo una arcada entre luz y sombra — mamá… ponte ahí porfa, esa luz está genial. Un gesto tímido de saludo, su sonrisa. Una tercera ya en el río, sobre e puente, sentada, pero qué joven te ves niña. Al fondo a su derecha el río, a su izquierda Triana. El se le adelantaba sin darse cuenta, entonces retrocedía, la tomaba por la espalda, le hablaba.

Entraron en el primer restaurante que se encontraba al doblar por la izquierda. Se instalaron en la terraza. La fotografía quedo muy oscura. Demasiado contraste. Sólo los cristales relucían, y el agua como un lente reproducía invertida una parte del entorno y enseñaba el color del vestido que llevaba su madre, un asalmonado que no se veía de frente.

Cuando terminaron de comer, eran las cinco de la tarde. Su madre estaba un poco preocupada porque el cierre de la funda que cubría sus trajes, estaba dañado y quería comprarse otra. Se fueron caminado hasta el centro en busca de una tienda, más bien un bazar que era donde había comprado la funda. El que él conocía estaba cerrado, entonces convenció a su madre que él podría repararla comprando una cinta adhesiva… Lo hicieron. El paseo se prolongó con más soltura. El quería entrar en una libraría, su madre comenzaba a cansar,

— ¿Por qué no buscamos un café donde esperarme?
— Si por que no doy más.

Siguieron por la misma calle hasta dar con una terraza.

— Mamá, aquí está genial. Pídete un tesito, mientras vuelvo.

Libraría. Librearías. Algún día tendría que escribir algo: Librerias. Robos de adolecencia, lecturas, encuentros. Oficio. Cuantas horas.

Había una rue de l´Odeon, que ya no existe, vendía libros de segunda mano, en ese entonces París guardaba los signos políticos de l´après-guerre y de mayo 68. El llegó con 17 años — que joven fui sin darme cuenta, pudo haber dicho. Abría hasta medianoche. El propietario, un hombre alto, desgarbado, pálido, ojeroso, mal afeitado, vestido a la diabla con un pañuelo rojo al cuello, hacía pensar en el típico anarquista parisino, gauchiste y bohemio, se podía datar su indumentaria y decir 1871. La comuna de Paris.

Entro en la libraría sin nada preciso, quería pasearse, estar un momento solo, aunque no dejaba de pensar que a lo mejor una sorpresa lo estaría esperando.

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