lundi, septembre 19, 2005

Viajes IV (suite)

Los manuscritos de Gratien. (primera parte)

Nunca he sabido cómo recordar a Gratien. Las conversaciones que tuvimos se me han quedado tan grabadas que sigo hablando con él. Aún le oigo. Sólo habrá recuerdo el día en que esto se interrumpa. Habrá pretérito.

Lo importante: con él se podía hablar, sin que el diálogo se completara. Hay un círculo zen que dice lo mismo.

Aún tengo que esperar dos años. De todo lo que escribió es lo único que no he leido. El manuscrito “Amarillo”.

— ¿Que es lo que se salva? Nada. Pero pregúntate qué es lo que se lee. Búscalo en la cámara oscura. “Así es Gratien.” Cuántas veces no me dije lo mismo…

Existe quizás en el sur de Francia un paisaje que lo recuerde. Yo no. No lo que se llama recordar. Quizás en París algunas calles también guardan su memoria. Yo no, no puedo.

Una de las pocas ocasiones en que, en ese sentido, puedo cortar el tiempo en dos y imaginármelo en un tiempo pasado, es cuando llego a decirme cosas que sé expresamente no puedo compartir con nadie. Entonces logro los dos estados de la palabra. Hablo con él que no me doy cuenta. Me callo. Al mismo tiempo.

— las cosas se pueden vivir bajo la forma de su eternidad. ¿No es esta una manera acaso de negar la muerte? No, si vivir algo: sub especie aeternitatis significa realizarla ¿La vida como muerte? Eso ya lo dijo San Agustín: no hay peor muerte que la que no quiere morir. Cierto, el problema reside en que esto se dice desde el tiempo, o la temporalidad ¿pero qué es tiempo si el hombre es una animal concernido por la repetición? tarde o temprano se forma un escatología del tiempo para subsanar este pecadito ¿Entonces? Entonces el espacio…

Seguramente que cuando por fin lea su manuscrito esto cese, y porque las sensaciones encontradas desaparecen, lamente no tenerlo a mi lado. Habrá quizás duelo. Lo buscaré en las conversaciones que tendré con otra gente… Pero no es el momento de alterar este orden (el tiempo que me queda antes de poder leer su manuscrito). Además ¿quién me asegura que mañana sabré lo que hoy no comprendo?

Retraído como si apenas comprendiera lo que le digo… no me responde. Me pregunto si he hecho bien en plantearle el tema, temo haberle causado una molestia. Pero ahí está él con una lentitud que apenas da signos de inteligencia. Se toma un tiempo que me parece inhumano. Cuando por fin habla es como si regresara de alguna parte. ¿Dónde se puede estar para que en esos momentos destruyera la palabra en lugar de producir silencio? (Violencia que nunca he visto expresada en otra persona.) Retoma con dificultad. Dice una que otra palabra como quien pone enseres sobre una tabla de cocina antes de ponerse a la obra. No frases. Cabos sueltos. Dibuja nombres mientras su mirada retraída parece mirar algo que no está. Su voz es neutra, desganada; su dificultad es nuclear y se manifiesta en cada sílaba. El efecto, cuando hilvana algo, es el de haberle acompañado en un sufrimiento de donde surge lo que si bien no parece ser nuevo da la impresión de estar dicho por primera vez. No era el único en pensarlo, Sandra sentía lo mismo. Bruno alguna vez lo dijo. Nathan creo que descubrió algo oyéndole decir.

No conozco a nadie que, con su manera de hablar, haga sentir de manera tan fuerte lo que pertenece al comienzo. Al principio, algo tan improbable como eso. No precisamente lo que podría llamarse principio o comienzo. Era un aún. Insistía sobre algo que producía efecto de comienzo… porque (y así eran sus palabras) a veces nos toca vivir algo que si en nosotros es inaugural en la legua no, el lugar donde se dice produce se quiera o no, una repetición o reiteración como se le quiera llamar… Se podía leer por breves instantes que en algún momento de su vida al interior de su mirada sus ojos habían sido destruidos, su vista no tenía dueño. Más de alguna vez pensé que me equivocaba, que no eran sus ojos, que fue su cuerpo.

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